He intentado retrasar este momento por mucho tiempo.
Al final ha sido «inevitable».
Una parejita de adorables hamsters ha llegado a nuestra casa.
Hacen el deleite de mis hijas, que rápidamente los han bautizado y pelean por ver quién está más cerca de la jaula y acariciar a los roedores.
Los hasmters está de moda en casa.
Lo mismo pasa, con las personas, en muchas empresas.
El efecto hamster.
Como son nuevas todo son atenciones.
Que si «welcome pack» (nombre moderno que se le da a obsequiar con una taza corporativa, pero de esto hablaremos mañana), que si los jefes están muy pendientes positivamente, que si aquí estoy para lo que necesites…
Y poco a poco ese ímpetu inicial se va esfumando, hasta que se es uno más, y dejan de prestarle caso.
Con los hamsters pasa y pasará lo mismo. La ilusión inicial durará unos días, y poco a poco las rattitas «Pinky» y «Corazón» empezarán a tener menos atenciones, hasta que llegue el día en el que nos toque a papá y mamá ponerles agua y comida.
Las niñas seguirán con ellos, pero algo ya habrá cambiado.
Seguro que sabes a qué me refiero.
En el caso de las personas, del talento, es evidente que a nadie le gusta ver cómo esa energía inicial se esfuma, especialmente cuando posteriormente hay una nueva incorporación y todas esas atenciones pasan a la nueva persona.
Qué difícil es trabajar con personas. Porque esto del efecto nuevo hamster nadie lo hace con mala intención, pero nos pasa.
Al final esto va de tener claro cuál es nuestra política de management y liderazgo, si tenemos definidos los criterios, si tenemos claro lo que si queremos ser y lo que no y qué tipo de recibimiento y gestión hacemos de las personas que están con nosotros.
No se puede (o no se debe) improvisar, porque son personas, que no hamsters.
Muchas gracias por estar aquí.
Te deseo lo mejor.
Jacinto Llorca